enero 13, 2019
Por: Mgter. Rodsella Aragundi /Artículo para Café Para Padres (Instagram)
De pequeños, nos relacionamos con el mundo exterior a través de nuestra interacción con nuestros padres, amigos, maestros, compañeros a veces hay ciertos eventos traumáticos dependiendo de la edad y desarrollo del individuo (abuso, acoso, duelo, maltrato) que se quedan con nosotros y forjan la manera en que nos comportamos, actuamos y nos relacionamos en nuestra adultez.
El bullying o acoso escolar es una realidad en nuestra sociedad panameña; una encuesta realizadas en el 2012 por la Fundación Relaciones Sanas arrojó resultados sorprendentes. El 85% de los estudiantes habían reportado ser testigos o haber estado involucrado en una situación de bullying. Pero antes debemos aclarar que significa y cómo detectarlo.
Para que el bullying sea considerado como tal, debe cumplirse los criterios, primero debe haber un desbalance de poder, el niño/a, adolescente se siente que no sabe cómo defenderse ante los ataques repetidos del acosador/acosadores. Para que sea definido como bullying / acoso escolar si se trata de un solo incidente, aunque no haya sido correcto no es apropiado catalogarlo como tal.
El bullying puede ser físico (golpes, empujones), verbal (sobrenombres, esparcir rumores), no verbal (gestos, excluir a alguien de un grupo), psicológico (burlarse o discriminar a la persona por su estatura, peso, nacionalidad, discapacidad, enfermedad, etc.) y el acoso cibernético (postear fotos inapropiadas, amenazas, enviar mensajes con insultos a la persona). Este último es quizás el más invasivo, ya que puede darse a cualquier hora del día ya no es solamente en la escuela, sino que puede pasar en cualquier momento.
Un niño/a que ha sido víctima de bullying experimenta cambios en la manera en cómo responde ante una situación de peligro, su sistema límbico aprende a lidiar con el estrés a través de la ansiedad y/o depresión. Es un patrón que aprende desde pequeño, que consecutivamente lleva hacia la adultez.
Es por esto que en situaciones de constante estrés y preocupación, su cuerpo responde ante esto con síntomas de ansiedad (sudoración, palpitaciones, dolores de estómago, dolores de cabeza) así como tener pensamientos e ideas que devaluando su autoestima como “¡No puedo con esto!”, “¡No sirvo para nada!”.
Los síntomas de que nuestro hijo/a está siendo afectado por el bullying son: cambios emocionales y/o de conducta. Problemas de sueño o pesadillas; dolores en el cuerpo, se muestra irritable, ansioso o triste. Disminuye el deseo de participar de actividades sociales, al igual que su rendimiento académico puede verse afectado. Síntomas relacionados a depresión, ansiedad y pensamientos suicidas.
El bullying en ocasiones es enmascarado ante la sociedad como “Cosas de niños” o “Solo es broma” y es socialmente aceptado, por lo que en ocasiones no hay acción por parte de las autoridades de la escuela, padres.
La duración e indefensión de la víctima puede dejar secuelas como temores, exclusión escolar y/o social y manifestarse en trastornos mentales como depresión y ansiedad.
En la gran mayoría de los casos el niño o niña no expresó sus emociones con respecto al acoso escolar, lo cual lo llevó a manejar sus emociones como la ira de una manera no saludable. A veces los padres prefieren que el niño/a recurra a la violencia, lo cual le muestra a qué se debe resolver los problemas defendiéndose de manera agresiva.
Recomendaciones
Como padres podemos transmitir una actitud de apoyo; de manera que nuestros hijos se sientan conectados y comprendidos.
Explicar la diferencia entre molestar y bullying, este último es repetitivo y se hace con la intención de herir a la otra persona.
Aceptar las diferencias; fortalecer la autoestima de nuestros hijos y que puedan amarse a sí mismos como son.
El niño/a u adolescente que molesta, necesita ayuda para poder trabajar en aquello que lo hace querer ejercer un control. El bully también necesita ayuda y empatía por parte de los demás.
Es importante quienes presencian el bullying (los espectadores) que puedan ser agentes de cambio y defensores; que puedan ayudar a la víctima o víctimas de acoso. Los niños que observan esta conducta, que aprueban e incitan una conducta, corren el riesgo de desensibilizarse (falta de empatía) y no reaccionar ante la injusticia.
Vivimos en una sociedad que se ha vuelto intolerable ante las diferencias de los demás, hay una necesidad de defenderse de situaciones de manera violenta (manejar de manera defensiva, insultar a las demás personas). Si hacemos una revisión de lo que les pasó durante la infancia, podemos determinar que en muchas ocasiones, estas personas sufrieron algún tipo de abuso, en las que se sintieron indefensos, sin poder parar el acoso escolar y continuo por un período largo.
La prevención es clave en estos temas, así como la necesidad de crear consciencia de que se puede parar este comportamiento, y cuál es el impacto emocional para ellos mismos y los demás.